Hornear calma lo que no se puede explicar....

Hornear calma lo que no se puede explicar....

Hay días en los que nada tiene sentido.
En los que abrir los ojos cuesta.
En los que el mundo sigue y tú… no.

Y justo en esos días, algo tan simple como hornear puede salvarte un poquito.

No necesitas tener todo resuelto.
No necesitas estar motivada.
Solo necesitas levantarte, y hacer algo con tus manos.
Medir, mezclar, batir, hornear.

Porque cuando tus manos están ocupadas, tu mente se calma.
Y a veces, ese silencio es todo lo que necesitas.


Hacer algo desde cero, aunque nadie lo vea.
Aunque nadie lo compre.
Aunque nadie lo reconozca.

Eso también es resistencia.

Es demostrarte a ti misma que puedes crear algo bonito en medio del caos.
Que todavía puedes hacer que algo huela bien, se vea bien, sepa bien.
Aunque tú no te sientas bien.


No es solo repostería.
Es orden.
Es estructura.
Es presencia.

Hornear te enseña a tener paciencia, a respetar los tiempos, a no abrir el horno antes.
Te enseña a confiar en que, aunque ahorita no veas nada…
algo se está formando ahí adentro.

Y eso también aplica contigo.


No necesitas la cocina perfecta.
Ni el molde de moda.
Ni el curso más caro.
Necesitas respeto por lo que haces.
Y disciplina para hacerlo incluso cuando no estás al cien.


Empieza.
Aunque estés cansada.
Aunque no sepas cómo va a salir.
Aunque no tengas ganas.

Hazlo.
Porque esa energía no se pierde.

Esa atención que pusiste, esa receta que pesaste, esa mezcla que hiciste bien,
aunque estés rota por dentro…
todo eso te va a sostener cuando lo demás se caiga.


Hazlo bien.
Aunque nadie lo vea.
Hazlo por ti.

Regresar al blog